Porque semos asina, semos
pardos,
del coló de la tierra
El miajón de los castúos
Luis Chamizo
Una visión personal sobre terruño y variedades
Son listos estos franceses: con
una sola palabra definen todos (o casi todos) los factores que afectan a la
calidad de la uva (y, por ende, a la del vino, ya que, no olvidemos, el vino se
hace principalmente en la viña). Terroir: suma de clima y microclima,
suelo, variedad y altitud, orientación, etc, del viñedo.
Muy listos.
Territorio también habría que
considerar al factor humano y cultural. O eso creo yo.
Otros, más simplistas, dan a la
variedad una importancia, un peso en todo esto, que en realidad, y hasta cierto
punto, no tiene. Supremacismo varietal, podríamos denominarlo.
Pero las variedades no enarbolan
banderas, ni entonan himnos patrióticos. Son eminentemente viajeras. Emigrantes
o inmigrantes, como somos todos, según el punto de vista.
Tradicionalmente algunas
variedades se han asociado a algunos territorios. Si esto es así es porque,
evidentemente, una uva que llega a un lugar y se encuentra cómoda en él y se
adapta bien y da vinos de calidad, lo hace para quedarse. Cualquier viticultor
que vea a su vecino hacer buen vino tratará de imitarlo. Y el tiempo convierte estas
cosas en tradición.
Y así, las uvas viajan y se
establecen en los viñedos, o simplemente van de paso porque no encuentran su
buen acomodo.
La Malvasía ya se cultivaba en
Grecia y Creta en la antigüedad; la Syrah quizá proceda de Siracusa (¿La Syrah
italiana? Están locos estos romanos...) o de la ciudad persa Shiraz,
aunque hoy se asocie al Ródano o, también, a Australia; hay quien encuentra el
origen de la Albariño gallega (o Alvarinho portuguesa) en la Riesling alemana,
o incluso quien dice que fue llevada por monjes del Cister desde la Borgoña
(¿una Chardonnay?) a través del Camino de Santiago... Uvas que viajaron,
llegaron, se adaptaron, se establecieron. Uvas que cambiaron de nombre y, sobre
todo, uvas que ofrecieron nuevas caras, porque empezaron a expresar el Terroir.
Y los franceses, que son listos
(¿hemos mencionado esto ya?) y viven en zona de paso, hacen suyas esas
variedades que pasaban por allí y se las ofrecen al mundo con nombre
francés. Y si tienen nombre francés, son francesas ¿no?
De esta forma grandes zonas lo son
porque nos dan grandes vinos que, muchas veces, se asocian a variedades
determinadas (con o sin nombre afrancesado).
Así las cosas, debido al éxito de
la asociación territorio/variedad y a la presión de opinadores simplistas que
ven falta de personalidad en el uso de variedades de numbre galo en territorios
no francófonos, los Consejos Reguladores de DOs emergentes, que en algunos
casos carecen de variedades tradicionales más allá del desastre filoxérico, o
las arrancaron en los 80s para plantar variedades mejorantes o para
estar a la moda Cabernet Sauvignon creada por Ángela Channing y su bienamada
familia, deciden que ellos también tienen variedades de cultivo tradicional que
caracteriza a su territorio.
Algunos lo hicieron bien desde el
principio, como los portugueses, que conservaron intacto su maravilloso
patrimonio varietal, u otros viñedos que también supieron hacerlo, como en
Bierzo, Valdeorras, o Ribeira Sacra con su Mencía (que hubo quien dijo que era
Cabernet Franc), o la Rufete del Duero/Douro, o la Juan García de Arribes, o
incluso la Bobal de Utiel, o la Sousón, o la Sumoll, o la Picapoll, o la
Brancellao, o tantas otras, que no es cuestión aquí de hacer inventario...
Otros, sin embargo, carecen de
esta "suerte", no tienen una uva de calidad que puedan llamar suya en
exclusiva y recurren, por ejemplo, a las sufridas Garnachas y Cariñenas, que
llevan allí casi un siglo, y no esas otras gabachas que “solo” llevan
casi medio.
Por cierto, incluso estas uvas, de
claro origen aragonés, así como la Monastrell, que trajeron los fenicios a
Cataluña sobre el 500 a.C., se las atribuyen los franceses como suyas (Grenache,
Carignan, Mouvedre). ¿Son listos o no?
Vale, pues aceptamos Garnachas y
Cariñenas como uvas locales. Y para taparlo un poquito les ponemos un nombre
local; aprendamos un poquito de los franceses, que son muy listos, y hagámoslas
más nuestras. Por supuesto, prohibamos todo lo que suene a Francés, ¿cómo se va
a asociar eso con tradicional?
¡Eah! Ya tenemos un montón de
DOs que se diferencian por usar la misma
variedad... 😏
Mi pensamiento es otro, creo que
alguien se equivoca con este razonamiento, que yo he venido aquí a hablar de
mi libro, del Terroir, y que, como dice el "reglamento
supremo", en un vino con DOP "su calidad y características son
esencialmente o exclusivamente debidas a su origen geográfico, con sus factores
humanos y culturales inherentes". Vaya, ni una palabra de la variedad
usada.
Es decir, planta una uva y, si se
adapta en su ciclo y requerimientos al lugar donde la pones y la cultivas y
vinificas como es tradicional hacerlo en la zona, ella ya se encargará de
expresar el territorio y de hacer un vino diferenciador. Ya se llame aquella Francisco
o François.
Para que se me acabe de entender
meridianamente, pienso que no es lo mismo, por ejemplo, una Viognier en el
Ródano o una Chardonnay en la Borgoña, que esas mismas en el Baix Empordà o en
Somontano.
Ahí está la identidad territorial.
Porque las uvas, sean cuales sean,
expresan el paisaje donde crecen.
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