Cuanto mayor es el
esfuerzo, mayor es la gloria
Pierre Corneille
Si uno no lo ha dado
todo, no ha dado nada
Guynemer
Aún no se recorta el monte sobre
el fondo atmosférico, pero ya se desdibuja la luz tililante de las estrellas.
Solo Venus domina, con su faro fijo, sin tililar, asomando todavía por
naciente.
Y ya arriban los faros inflamados
de los coches, alumbrando los ojos de los conejos, que paran a mirar en el
camino, antes de agachar las orejas y perderse a saltos entre la hierba alta y
húmeda.
Los motores enmudecen, los cuerpos
emergen y se estiran, las bocas se abren en bostezos heredados del compañero y
las manos buscan las tijeras aún pegajosas de la jornada previa.
- Buenos días, hermano. - Sabah alkhy. As salaam aulaikum. - Wa alaikum
assalam wa rahmatullah.
Los pasos principian una ligera
subida y todos se avían en parejas, para avanzar cada uno por un flanco de la
espaldera. Las cajas ya habitan el suelo, boca abajo, distribuidas en las calles
(hay quien ya pasó antes por aquí y así las dispuso); solo hay que cortar y
completarlas, es un trabajo fácil, ¿no? Nadie necesita ser demasiado bueno para
esto. No hay que tener el bachillerato superado a duras penas. Solo hay que
agacharse y cortar. Y llenar cajas. Y acarrearlas. Por eso no encontramos aquí
a nadie que se sepa demasiado bueno. Yo aprové el Vachillerato, piensan,
quizás. A duras penas. Además, el sueldo no es digno...
A la hora de sostener el primer
racimo en la mano, una luz difusa y cenicienta cincela al fin el monte sobre el
fondo. 170.000 años ha tardado en salir del laberinto interno del Padre Helius
y solo 8 minutos en transitar la distancia que lo separa del viñedo: el Sol
Invictus de hace 8 minutos ya se despereza sobre las colinas y la jornada
avanza en torsos aún entumecidos.
Menos mal que el receso para el
desayuno está cerca. Es quizás éste el mejor momento del día: las mentes aún
tienen capacidad para sonreír. Están sentados bajo un olivo. Ellas unos metros
más allá, con las cabezas cubiertas y hablando cosas de mujeres. Seguramente la
conversación es más refrescante allí, pero solo ellas lo saben.
El parón es más exiguo de lo que
cualquiera desearía y, enseguida, las caderas vuelven a conformar un cruce
transversal de caminos entre espalda y piernas.
El carruaje de Trundholm recorre
el ya fulgente firmamento y la plaga humana deshace el trabajo de un año de la
viña. Las cajas están llenas y dispuestas en la hilera adecuada. Por allí pasa
el tractor con el remolque. Despacio, a paso de hombre. Y un par de hombres, al
paso del tractor, aúpan las cajas. Ya las esperan en bodega. Lo que hagan
con ellas no es ya nuestro problema.
Pero no se ha coronado aquí.
Siguen cortando. Siguen llenando. Siguen cargando.
Suria aprieta ahora con fuerza
desde su máxima altura y las bocas se secan y esperan llegar rápido al inicio
de la calle. Allí están las botellas de plástico en mochilas deshilachadas,
colgadas de los puntales del emparrado. Hace mucho rato ya que no están frías.
Para comer solo hay una hora.
Apenas da tiempo para estirar el cuerpo dolorido en cartones sobre el duro
suelo.
- Venga hermanos, hay que
seguir...
Inti no da tregua y la línea de
plantas deviene infinita. La vida se hace cuesta arriba. Soy porque estoy
aquí y estoy aquí porque sufro y sufro porque nadie lo va a hacer por mí. Para
no ser demasiado bueno para poder hacer otras cosas no se le da mal la
metafísica...
Magec parece ya emprender la
huida, descendiendo hacia el ocaso en poniente, pero son anhelos infundados porque
a la jornada no se le ve aún el final.
El nervio decae, la piel se
abrasa, el sudor se extingue: no queda agua a disposición del cuerpo, las
piernas aflojan, los lomos parece que acabarán quebrándose en el último
momento.
- ¡Caja! Gritan aquí y allá.
Venga, rápido, que no podemos seguir cortando si no hay nada que llenar.
¿Hemos acabado? Sembla
increïble.
Las figuras se yerguen lentamente,
para no quebrar nada, los brazos en jarra, las manos dando sostén a las
lumbares. Si no fuera así alguna triza podría abatirse contra el suelo.
Van en silencio hacia donde
dejaron los vehículos desamparados. Ya nadie canta. En el campo solo restan los
que cargan las cajas al remolque.
- Muy bien, señores (¿olvida
a las señoras?), mañana también vendimiamos, os quiero aquí otra vez a las
seis y media de la mañana.
- ¿Para qué tan temprano? A esa
hora aún no se recorta el monte sobre el fondo atmosférico...
Las mujeres y los hombres, con la
chicha y el armazón dolientes, entran en los coches.
Lo han dado todo. Dejan el mayor
de los esfuerzos, pero no cargarán con ninguna gloria.
Los conejos de ojos relucientes
los ven pasar, amagados entre las altas hierbas resecas. Nadie elogia
esta
comitiva.
Amón-Ra parece vencido en la
partida. Pero, para evidenciar que no es el caso, tiñe el aire de sangre.
Selene también se asoma, tímida, a
mirar.
La viña queda en calma.
Es solo una tregua fugaz.
El verano agoniza.
Las lluvias de otoño acechan.
Mañana el vino templará nuestros
inviernos...
Por Paco Balsera @pacobalsera
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada