El placer es el comienzo y el fin de la beatitud
Epicuro
Ya
la uva vendimiada ha devenido en vino joven, llenando los pellejos y las
gargantas. También la cerveza fresca está recién fermentada, pues el cereal ha sido
cosechado y no todo ha de ser para amasar pan o cebar a los animales.
Se
acercan los fríos meses de la hambruna y el grano no dará para alimentar las
bestias entre enero y abril. Es momento de su sacrificio. Se prepararán las
salazones, los embutidos, las conservas en manteca, pero solo ahora
dispondremos de carne fresca en nuestras refacciones.
Ha
llegado el solsticio de invierno, el sol ya está quieto en el cielo, los días
dejan de acortarse, son las noches ahora las que, sometidas, comienzan a menguar
ante el triunfo del Sol Invictus.
Los
trabajos en el campo han terminado, nuestros almacenes y bodegas están llenos,
es 25 de diciembre en nuestro Calendario Juliano y llevamos ya una semana de
Saturnales.
Saturno
cuida de nuestras cosechas y todo ahora se ha conjurado para celebrar en su
honor los dones concedidos.
Hace
una semana consagramos su templo en el foro. Desde entonces han sido jornadas
de banquetes y de intercambio de regalos, de carnaval y de liberación de
obligaciones a los esclavos, de decoración de las casas con plantas, de velas
encendidas, de figurillas de barro, de paz y buena voluntad...
Es
25 de diciembre y esta noche habrá cena. Cena copiosa y distinta a las de otras
noches. Será celebración, placer y unión familiar. Mientras tanto, los que se
hacen llamar cristianos, los que profesan esa nueva fé, hacen largas vigilias y
asisten a misas continuas, olvidando la cena, elevando su ascetismo en honor a
un dios adusto que impone el sacrificio personal sobre la celebración de la
vida.
Nadie
aquí augura larga existencia a este tipo de costumbres tan poco humanas...
Per Paco Balsera
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