10 d’agost del 2018
El fantasma de Tom Joad
"Y en los ojos de la gente se refleja el fracaso; y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas se están llenando de ira, cogiendo peso, listas para la vendimia".
Las uvas de la ira
John Steinbeck
Cuando se habla de cine y vino es recurrente la mención a la excelente película de John Ford, Las uvas de la ira (1940), como el gran referente del género (si es que este género existiera).
Pero ni en esta cinta, ni tan siquiera en la novela que le sirve de guión, se habla de vino, tan siquiera se llega a mencionar alguna vez.
Las uvas de Steinbeck (1939) son una metáfora, son un canto a la dignidad del oprimido, del que deja su tierra y una casa sin puertas ni ventanas para buscar nuevos horizontes, son una firme condena a la deshumanización ejercida por las grandes corporaciones, son un llanto ahogado de indignación por la mezquindad del que ve llegar al que extranjero y cierra sus puertas y sus ventanas y su corazón y solo le regala odio y xenofobia, es, al fin y al cabo, el retrato de una esperanza vencida.
La dualidad de esta sociedad es retratada cruda. Tanto que es difícil no tener un nudo en la garganta a lo largo de las páginas.
No se menciona el vino, pero sí la comida. Gastronomía de subsistencia, humilde y escasa. A veces solo se recuerda su ausencia y el dolor de tripas. Carne seca de cerdo conservada en un barril de grasa.
Sólo tardó un año John Ford en llevarla a la pantalla. Henry Fonda se encargó de dar vida a Tom Joad, un expresidiario que se transforma en activista social bajo la bota de la opresión, aunque la verdadera protagonista de la historia es su madre, una mujer fuerte que acarrea a su familia sobre sus espaldas. Retrato de tantas mujeres que todos conocemos.
La película es una casi literal traslación a imágenes de la novela, aligerando pasajes y, sobre todo, desproveyéndola de su sorprendente final, un final imagino excesivo para ser puesto a la vista de todos en aquella época.
Poco tiempo después Woody Guthrie escribiría la canción The Ballad of Tom Joad, identificándose con el activismo de novela y película, y, para cerrar el círculo Bruce Springsteen publicó en 1995 el tema The Ghost of Tom Joad, dentro del álbum homónimo, con la intención de dar voz a los pisoteados.
Nada de esto es vino, ya leéis, es sólo pan, el que debería ser el nuestro de cada día.
Una voz se ahoga en la garganta, una lágrima asoma a la luz. Nos pisotean. Lo sabemos. Lo toleramos. ¿No es hora ya de enarbolar la bandera del bueno de Joad?
Per Paco Balsera
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